martes, 18 de abril de 2017

"Sueños" de Quevedo

Juan Echanove protagoniza en el papel del brillante escritor barroco la adaptación libre basada en "Los Sueños", la obra en prosa del inigualable Francisco de Quevedo.
La producción en sí misma, que está siendo representada hasta principios de mayo en el Teatro de la Comedia de Madrid consta de grandes momentos y algunas escenas algo más flojas que reducen la intensidad dramática de la adaptación. Adaptar a Quevedo, y más una obra originalmente en prosa, siempre es un reto. Es casi imposible explorar con éxito los intrincados dobles sentidos, las excelentes metáforas, los juegos de palabras y el tono herido de los textos del escritor español. La adaptación dirigida por Collado no logra capturar la grandeza quevediana y hay momentos en los que el espectador se encuentra ligeramente perdido a causa de la ausencia de una historia coherente. Sin embargo, la producción es capaz de desarrollar en profundidad los temas que plagan el conjunto de los escritos del conceptista madrileño. La adaptación libre nos habla de la decadencia física y moral de Quevedo y España (a esto ayuda el hecho de que parte del guión de la obra está relacionado con partes de la biografía de un Quevedo enfermo, lo que constituye una bonita alegoría y una inteligente decisión artística), la presencia constante de la muerte, las preocupaciones del amor no correspondido, la corrupción, la teología... La obra sacrifica una historia en favor de los temas, lo que da un resultado un tanto inusual, extraño, algo desconectado pero gratificante.
Entre los grandes momentos de la obra destaca el sobresaliente "Amor constante más allá de la muerte", que contiene unos de los mejores versos de la poesía castellana y que está maravillosamente interpretado por un Echanove soberbio y lleno de pasión que aporta mucho a esta escena preciosa. El ambiente onírico de la obra estaba bastante bien logrado. La escena del infierno blanco contiene grandes contrastes entre los colores blanco y negro y recrea visualmente algunas de las imágenes más inquietantes y filosóficas de Quevedo. El infierno no arde, es blanco, es la nada. ¿Qué hay más horrible que tener todo el tiempo del mundo pero no poder hacer nada con él al estar rodeado de un universo frío cargado de un impasible tono blanco? Respecto al elenco, por supuesto, Echanove logra darnos una interpretación memorable que desborda el sentimiento de un poeta malherido y entrado en desgracia. Cabe mencionar a Óscar de la Fuente como el Diablo y el Cardenal, papeles muy distintos entre sí (lo que muestra la versatilidad del actor) pero al mismo tiempo conectados por los temas de corrupción eclesiástica.
En resumen, una producción diferente a las que se hacen normalmente pero con un objetivo original e innovador y algunas actuaciones memorables.

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